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Cuando me pidieron que escriba la experiencia del viaje que hicimos con mi marido al noroeste argentino no sabía por dónde empezar…. y después de estar un rato pensando sentí que lo mejor era tratar de transmitirles en qué situación nos encontrábamos nosotros como familia. En agosto cuando decidí escribirle a Belén para que me armara un viaje al norte, veníamos de pasar momentos muy difíciles y tristes y yo necesitaba abocar mis pensamientos en algo que me diera energías, y como todo amante de los viajes sentí la necesidad de aprovechar los 4 días de carnaval en un viaje diferente… que nos llene de energía.
Me considero una afortunada al poder decir que he conocido muchos de los destinos turísticos que nuestro hermoso país tiene para ofrecer. Hasta febrero el NOA no formaba parte de mi lista; mucha gente me decía que tenía que ir, que era bellísimo, que valía la pena, pero siempre por una cosa u otra quedaba postergado, sobre todo considerando que tengo casi 4000 km de distancia. Pero bueno se dio la oportunidad y yo soy de las que cree que todas las cosas pasan por algo y nada es casualidad… El viaje llegó en el momento justo, y gracias a toda la ayuda brindada por las chicas pudimos disfrutarlo al máximo.
El viernes 24 de febrero llegamos a la ciudad de Salta y ahí estaba nuestro transfer que, con un cordial saludo, nos abrió las puertas de esa maravillosa ciudad que es salta, en el camino al hotel nos dio muy buenos tips de que no debíamos perdernos en nuestra visita. Luego de alojarnos en el hermoso hotel que Belén cuidadosamente había elegido para nosotros, salimos a caminar y nos dejamos maravillar por el estilo colonial y casonas antiguas que el centro de Salta ofrece, la energía amable y cariñosa de la gente, el aire que emana una ciudad que vive en la calma. Pudimos ir al Cerro San Bernardo y apreciar la vista de toda la ciudad.
Nuestro segundo día en el norte teníamos una excursión a Cafayate, ingresamos a la quebrada del Río de las Conchas, donde pudimos disfrutar de diferentes formaciones naturales como es el anfiteatro. Al llegar a Cafayate pudimos disfrutar del pueblo y sus bodegas degustando vino de excelente calidad, el viaje no solo fue hermoso desde los paisajístico si no que tuvimos la suerte de ser acompañados de un guía orgulloso de su cultura y provincia que nos empapó de información y detalles.
Al otro día con la misma empresa teníamos el recorrido que hace el Tren a las Nubes pero por carretera, ya que lamentablemente el tren solo hace una pequeña porción de su extenso recorrido. Este fue el día en el que yo finalmente me di cuenta que el viaje había sucedido por algo, y que en la vida no existen las casualidades, si no que todo pasa por algo. El guía de nuestro recorrido se llamaba Freddy un tipo excelente, con esencia buena; el aprendizaje y disfrute paisajístico e histórico que conlleva el recorrido del Tren a las Nubes es sin dudas algo sin igual, pero lo especial de éste radicó en la enseñanza de Freddy respecto de las culturas de alta montaña, de la gente que vive en esos pueblos tan aislados a veces de nuestra sociedad. Al llegar a San Antonio de los Cobres nos pidió que por favor nos tomemos el tiempo de charlar con los lugareños, de conocerlos y ver lo puro e inocentes que son sus corazones, y que a pesar de todas sus necesidades son personas sumamente agradecidas, nos enseñó el porqué de su vestimenta y los rasgos tan marcados de su cara curtidos por un clima tan hostil. Fue sumamente enriquecedor, pero lo mejor del día aún estaba por llegar. En el recorrido Freddy nos comentó que él ayudaba en la Fundación el Alfarcito. Ninguna de las 20 personas que íbamos en el colectivo habíamos escuchado jamás hablar de esa fundación, entonces él nos contó la historia del lugar, la historia del padre “Chifri”…y ahí me quede sin palabras. Freddy nos pidió permiso para detenernos un momento en este lugar que tanto significaba para él, y todos sin dudarlo dijimos que sí, así que hacia allá nos dirigimos. Antes de llegar nos contó que El Alfarcito era la primer escuela secundaria de alta montaña, y que hoy los chicos se egresaban con orientaciones laborales que les permiten defender su tierra y lugar, nos contó que los chicos viven allí durante todo el año, y solo los afortunados de estar cerca pueden volver a casa los fines de semana, y por estar cerca se refería a que solo debían caminar 6 u 8 horas, algunos menos… Sí, los chicos de las altas cumbres caminan 8 horas los domingos para llegar el lunes a clases, son esas cosas que uno aprende y te marcan de por vida, que te acompañan para siempre y cada vez que uno está por perder el eje lo recuerda y vuelve a ver las cosas en la perspectiva que realmente tiene que ser.
Una vez en El Alfarcito, Freddy nos dijo cuando entren a la iglesia pídanle al Padre Chiffri lo que realmente desean o sus corazones anhelan… porque él cumple (aclaro ahora que el Padre Chiffri falleció muy joven a causa de un ataque cardíaco provocado por la debilidad corporal que le había quedado luego de un terrible accidente en donde cayó de su parapente, cuando iba a visitar a las localidades cercanas. La historia de este padre sin dudas vale la pena leerla y conocerla, escribió un libro llamado “Después del Abismo”, en donde relata el largo camino de recuperación física y espiritual después de su accidente, un libro que todos deberíamos leer, sobre todo si nos sentimos atrapados en alguna decepción). Antes de ir a la iglesia paseamos con Freddy por la escuela, los chicos no estaban porque eran vacaciones de verano y todos estaban en sus casas trabajando para ayudar a sus papás; en el recorrido pudimos observar la limpieza y prolijidad de la escuela, y eso que allí no hay servicio de limpieza; son los chicos quienes limpian y cuidan los pasillos, aulas patio y cocina de sus escuela, la pulcritud de ese lugar tan humilde te ponía la piel de gallina. Cuando estábamos en el patio principal Freddy decidió compartir con nosotros por qué había decidido unirse a la fundación. Dice que una vuelta cuando pasaba por El Alfarcito con un grupo de turistas junto a otro guía, entran a la escuela y ven cuando los chicos abrían una encomienda que había llegado con donaciones de libros para ellos, entre los libros uno de los alumnos encuentra un libro de matemáticas bastante usado y ya entrado en años, pero la cara de ese chico de 15 años se iluminó y empezó a festejar saltando que tenía un nuevo libro de “mate” para practicar, y es ahí que uno ve lo afortunado que y muchas veces no cae en la cuenta.
Después de charlar como la escuela había podido ser construida y muchas historias hermosas que guarda esa lugar, con mi marido nos dirigimos a la iglesia… lo que sentí en ese momento va a ser muy difícil transmitirlo en palabras pero voy a intentar lo mejor que pueda, deje ahí adentro una mochila, una carga muy dolorosa que venía acarreando hacía varios meses. al principio simplemente me senté y lloré. Lloré un buen rato en silencio, sin pensar en nada o pensando en todo. cuando finalmente pude acomodar mis sentimientos y pensamientos simplemente le pedí sanar, desde lo más profundo de mi ser yo deseaba eso: sanar… cuando salgo de la iglesia, sentí algo único que no se puede explicar, se vive y se siente….me sentí relajada, liberada, aliviada, sabía que alguien me había escuchado y me iba a ayudar, a que yo pudiera terminar el trabajo interno que venía haciendo hacía tiempo para estar de a poco mejor, pero yo sentía que a veces no funcionaba.
Después de estar un rato en El Alfarcito, volvimos al micro para seguir viaje, ya que nuestro destino era la ciudad de Purmamarca. Yo durante todo ese viaje por rutas maravillosa lloré, simplemente no podía dejar de llorar, y hablábamos con mi marido que ni bien llegáramos a casa nos pondríamos en campaña para recolectar algunas cosas y poder enviarlas, que de esta manera sepan que desde un lugar muy lejos al de ellos, hay personas que están orgullosas de lo que los chicos luchan por estudiar y crecer.
El día no pudo terminar mejor que como terminó, llegamos a Purmamarca y ahí se estaba celebrando el carnaval con toda la energía que se respira en la Quebrada de Humahuaca. Como carnavaleaban los turistas y lugareños y nosotros no nos quedamos afuera, estábamos dispuestos a sacarle hasta el último jugo a un viaje tan especial.
El 27 de febrero nos buscaron por el hotel para terminar el recorrido por los pueblos de la quebrada y llegar a Salta por la noche. paramos en el pueblo de Humahuaca, allí el carnaval estaba en su máxima expresión, espuma y harina por doquier y nadie se salvaba de esta experiencia tan divertida y liberadora.
Esa noche, nuestra última noche en Salta decidimos cerrarla en una peña, pero elegimos no ir a cualquier peña turística, queríamos ir a una peña donde fueran los lugareños, el guía nos recomendó ir a la Casona del Molino… ¡qué lugar! La comida excelente y la energía ni les explico, ahí estuvimos cantando un rato, junto con los guitarreros y cantores salteños que iban apareciendo.
Finalmente el viaje llegó a su fin, teníamos que emprender el largo camino de regreso.
Nos despedimos de Salta con ganas de más, de volver o de quedarnos si hubiéramos podido, conocimos y vivimos mucho, pero sabemos que nos faltaron muchos más lugares por ver y experiencias por que vivir y seguramente no faltará mucho para que volvamos. Nos fuimos con el corazón lleno de imágenes, sentimiento y sabores imborrables.
A todos aquellos que no hayan podido visitar el norte de nuestro país, les recomiendo que no dejen de ir, que no se van a arrepentir. El noroeste argentino no sólo ofrece paisajes únicos y hermosos, ofrece una cultura muy arraigada, que en muchos otros lugares ya tanto no se ve, ofrece unas deliciosas empanadas, tamales y humitas, pero por sobre todo, una energía única.
Espero no haberlos aburrido con tantas palabras, y que a través de mi relato puedan sentir solo un poco de todas las emociones que yo viví en mi viaje al noroeste argentino.
Por Aldana Rodríguez Llaneza
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