Nos quedaba un último día en Tilcara y teníamos pensando dedicarlo a visitar el Hornocal o el también llamado cerro de los 14 colores. Esta fue otra de nuestras travesías de altura.
La serranía de Hornocal es una sierra ubicada a 25 kilómetros de la ciudad de Humahuaca, un camino de ripio que deja a los turistas en un balcón al frente del majestuoso cerro cuya simetría y color atrapan a sus visitantes.
El Hornocal se encuentra a una altura de 4.761 metros sobre el nivel del mar por eso, su ascenso se recomienda hacerlo lento y si es posible hacer unas paradas previas para ir aclimatándose a la altura.
Una vez en el mirador se pueden apreciar las vetas de colores, que hay quienes aseguran que llegan a las 33 tonalidades.

Luego de finalizado el ascenso con el auto, dejamos nuestro vehículo en el lugar destinado a tal fin y pudimos observar que había gente más cerca del cerro aún, en ese instante vimos un cartel que te invitaba a hacer un sendero para poder tomar fotos más cercanas y mejores de este cerro. Sin dudarlo nos dirigimos a hacerlo.
Este descenso, no es recomendable para personas que sufren la altura o algún problema cardíaco o mujeres embarazadas ya que requiere de un esfuerzo físico medio que se dificulta con la altura.
Luego de quedarnos un tiempo admirando esa belleza natural y de tomar unos mates para recuperar el aliento volvimos hacia Tilcara.
Al día siguiente preparamos la partida hacia Salta capital donde pasaríamos nuestra última noche antes de volver a Buenos Aires. Aquí viene el relato que les había anticipado sobre la ruta de vuelta a Salta.
Tomamos la vieja ruta 9, la cual se supone es el camino más corto y pintoresco, pero que lleva más tiempo del habitual debido a que es toda camino de cornisa con una altura máxima de 1.700 msnm. Esta bellísima ruta atraviesa la selva de montaña o yungas y ofrece una infinidad de curvas y contra curvas en un caminito tan estrecho de ida y vuelta en el que por momentos no pueden pasar dos autos a la vez. Es increíble que tanta vegetación pueda contrastar con la aridez que prevalece en estas provincias y nosotros tuvimos la oportunidad de descubrirla y disfrutarla.
Llegamos al Hotel Almería y luego de hacer nuestro ingreso nos fuimos a almorzar a un restaurant llamado Doña Salta, donde no tuvimos una buena experiencia en el trato que recibimos, pero si en la deliciosa comida que probamos.
Después de almorzar salimos a recorrer un poquito la ciudad, visitamos la plaza 9 de Julio, la cual se encuentra rodeada por las calles Mitre, España, Zuviría y Caseros. En su entorno se encuentran varios de los principales monumentos y puntos de interés, como el Cabildo de Salta, la Catedral de Salta, el MAAM, el Centro Cultural América y el Teatro Provincial.

Siguiendo nuestro recorrido caminamos por la peatonal Florida llena de negocios y puestos callejeros que ofrecen sus artesanías, hasta llegar a la Iglesia Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña y el Convento San Bernardo.
Por la noche, mientras buscábamos donde comer nos acercamos a la Basílica y convento de San Francisco, un templo católico y convento de la orden franciscana que por su belleza arquitectónica e importancia histórica constituye uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad, reconocida por ser una de las ciudades que mejor conservó el casco colonial español en la Argentina.
Finalmente y simplemente por haber pasado frente a su puerta, entramos en el Restaurante La Posada, un lugar muy acogedor, donde comimos y fuimos atendidos excelentemente. Luego de degustar una magnífica cena, volvimos al hotel a descansar y poder prepararnos para nuestro último día en Salta.

Al día siguiente teníamos unas pocas horas para disfrutar la ciudad y decidimos visitar el MAAM, el Museo de Arqueología de Alta Montaña, el cual nace de la voluntad del Gobierno de la Provincia de Salta por resguardar, estudiar y difundir el hallazgo de los niños del Llullaillaco, uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de los últimos tiempos, el cual data de hace más de 500 años, durante el apogeo del estado inca, poco antes de la llegada de los conquistadores españoles.
Tomamos la visita guiada de las 11am y luego de un recorrido muy rico en información arqueológica llegamos a la parte que tanto esperábamos al final de la visita. Poder apreciar una de las momias de los niños de Llullaillaco.
Las Momias de Llullaillaco, también llamadas Niños de Llullaillaco y Niños del volcán, son los nombres con que se conocen a los cuerpos de tres niños incaicos excepcionalmente conservados por alrededor de quinientos años, que fueron hallados a una altura de 6739 msnm cerca de la cima del volcán Llullaillaco, en el oeste de la provincia de Salta y que actualmente exhiben en el museo. Nosotros pudimos apreciar a la Niña del rayo, una pequeña niña, de seis años de edad, que se hallaba sentada, con las piernas flexionadas y la cabeza erguida mirando hacia el suroeste. En algún momento la descarga de un rayo penetró más de un metro en la tierra y la alcanzó, dañando parte de su cuerpo y su vestimenta; debido a este hecho se la conoce como la niña del rayo. Los otros dos niños hallados son La doncella y el Niño.
Estos 3 niños fueron sacrificados en el marco de la ceremonia llamada Capacocha, durante un verano entre 1480 —fecha de expansión del imperio incaico al noroeste argentino— y 1532 —fecha en que el imperio cayó bajo dominio español.
La Capacocha fue una importante festividad ritual cíclica del mundo Inca, donde participaban una gran cantidad de personas, en los diversos adoratorios de Tawantinsuyu.
El Inca, como autoridad, decidía cuando debía hacerse. Se difundía la noticia a través de los corredores por la vasta red de caminos. Los curacas y sacerdotes de las cuatro provincias reunían las ofrendas y las llevaban hasta el Cusco. Luego del largo viaje, participaban durante algunos días de rituales de purificación, mientras se acondicionaban las ofrendas para su destino final. Concluidas las ceremonias, regresaban hacia las cuatro provincias las peregrinaciones con las ofrendas y criaturas que iban a ser entregadas a las deidades.
Quedamos muy impactados con la historia que nos relataron, y nos quedamos con ganas de ver más, pero solamente pudimos ver a la niña del rayo ya que debido a su conservación las momias de los niños no pueden estar expuestas por mucho tiempo y las mismas van rotando dentro del museo. Tendremos que planear otro viaje a Salta para poder conocer a la Doncella y al Niño también.
Al salir y como aún nos quedaban un tiempito más fuimos caminando hasta el Parque San Martin desde donde se puede tomar el teleférico para subir al Cerro San Bernardo. Dimos una vuelta por la feria para hacer, ahora sí, las últimas compras del viaje y luego fuimos a almorzar.
Más tarde volvimos al hotel a recoger nuestro auto y emprendimos camino al Aeropuerto de Salta, dejando atrás una semana increíble entre amigos y un maravilloso viaje, con el sentimiento de querer quedarnos unos días más en nuestro Norte Argentino, disfrutando un poquito más de sus paisajes, sus colores, sus comidas pero sobre todo de la calidez de su gente.