Este viaje había empezado a planearse prácticamente desde que nos enteramos de la propuesta de casamiento de nuestra amiga. Al principio parecía lejano, pero de repente la fecha se nos vino encima y finalmente decidimos viajar a Buzios en lo que sería una especie de viaje de despedida de soltera y una excusa perfecta para un viaje entre amigas.
Nos encontramos en Ezeiza y con mucha emoción y expectativas despachamos nuestras valijas y nos fuimos al free-shop esperando ansiosas el despegue de nuestro vuelo.

Volamos por Aerolíneas Argentinas en un vuelo directo a Río de Janeiro. Luego de aterrizar fuimos en búsqueda de nuestro traslado que nos llevaría hasta Buzios.
Llovía incansablemente. Nos subimos a un micro muy cómodo y con capacidad para varios pasajeros y luego de aproximadamente 4 horas llegamos a nuestro hotel.
Nos alojamos en el Hotel Latitud Buzios, muy cerca de las playas da Brava y do Forno y a unas pocas cuadras del centro de Buzios y su famosa Rua das Pedras.
Como llegamos alrededor de las 19hs nos dio tiempo para acomodar nuestras cosas y prepararnos para ir a cenar, ya que teníamos la cena incluida en el Hotel Ilha Branca, perteneciente al mismo grupo de hoteles que el nuestro.
Al terminar de cenar decidimos dar un paseo por el centro y nos paramos a tomar una Caipirinha en el Bar Santa Eskina, un bar manejado mayormente por argentinos que hace tiempo viven en Búzios.
Nos volvimos caminando al hotel a descansar esperando poder disfrutar al día siguiente de la playa ya que el pronóstico del clima no se inclinaba muy a nuestro a favor.
Al día siguiente amaneció un poco nublado pero poco a poco el clima fue cambiando. Preparamos todo lo necesario para la playa y nos fuimos hacia la Playa da Tartaruga.
Esta playa tiene aguas tranquilas, sin olas y el agua es de las más cálidas de la región. Para los amantes del snorkel y el buceo esta playa es ideal para la realización de esas actividades.
Al llegar todos y cada uno de los encargados de los puestos de playa nos querían convencer de ocupar sus reposeras y sombrillas a cambio de consumiciones en sus “Chiringuitos playeros”. Sin dejarnos llevar por las palabras más convincentes, elegimos ubicarnos en la parte más ancha de la playa para evitar mojarnos cuando subiera la marea.
El día se dispuso para que pudiéramos tomar sol, aprovechar el agua, hacer compras playeras y disfrutar de unas cervecitas heladas a la orilla del mar. Alrededor de las 4 de la tarde y viendo que unas nubes extrañas comenzaban a asomarse sobre nuestras cabezas decidimos emprender la caminata de vuelta al hotel.

Si te gusta caminar y dependiendo de dónde te alojes, podés acceder a varias playas a pie, sino podes optar por el bus local o porque no un Uber también. En nuestro caso, siendo 4, resultaba más económico movernos de ese modo.
Aprovechando la caminata dimos una vuelta por el centro y nos sentamos en Chez Michou a comer unos panqueques dulces y salados antes de volver al hotel para bañarnos y prepararnos para salir a cenar.
El clima para el día siguiente aparentaba ser el mejor, y ya teníamos planes marcados que no podíamos dejar de hacer, pero en el próxima parte del blog les cuento de qué se trataba el plan y que tal resultó el día.