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Después de 10 días de descanso y relajación en las maravillosas playas de Varadero y Cayo Coco, nos dirigíamos hacia La Habana para pasar las últimas 3 noches de nuestro viaje. Muchas fueron las versiones que escuché de esta ciudad antes de conocerla, pero no hay nada como vivir la experiencia uno mismo! Estando en La Habana, entendí que la mejor forma de describirla es como una ciudad auténtica, dónde se puede ver la esencia de Cuba en todas sus calles, edificios históricos bien conservados y edificios a punto del derrumbe donde viven muchas familias, policías vestidos de civiles y uniformados, las personas muy relajadas y ofreciendo de todo para poder vivir.
Después de un vuelo de una hora desde Cayo Coco, llegamos al aeropuerto de Las Brujas, un aeropuerto muy chiquito, pero además muy “rústico” por describirlo de alguna manera. Al bajar del avión, en el medio de la pista, con lluvia, caminamos hacia la zona de entrega del equipaje. El equipaje lo traen dos personas en un carrito que pesa muchísimos kilos y los entregan las mismas personas detrás de un mostrador gritando el nombre de cada pasajero escrito en el boarding pass!!! Después de 40 minutos que demoran en entregar el equipaje, nos esperaba nuestro traslado para llevarnos a nuestro hotel: Tryp Habana Libre.
Llegamos al hotel y nos esperaba una persona de contacto del operador al que contratamos los servicios: Cubatour. Muy amablemente, la chica nos explicó lo que no nos podíamos perder y lo que definitivamente NO debíamos hacer, por ejemplo: tomar una guagua (colectivo) o asistir a las casa de la música (bares donde se reúnen cubanos a bailar) sino íbamos acompañados de un local.
Antes de comenzar nuestro recorrido, hicimos nuestra primera visita a La Roca, un restaurante que nos recomendó la persona que nos recibió en el hotel. Amamos este lugar! Un lugar con pocos extranjeros, de hecho creo que éramos los únicos, donde es increíble lo bien que se puede comer por 5.00 CUC por persona en La Habana!
Si bien La Habana nos recibió con lluvia y mucho calor, no fue motivo para que nos quedemos dentro del hotel… empezamos nuestro recorrido visitando el reconocido e imponente Hotel Nacional. En el camino, nos encontramos con dos españolas también se dirigían al hotel. Entre fotos, chistes sobre el acento e intercambios de los lugares visitados en Cuba, nos comentaron que después de ahí iban al “Callejón de Hamel”. Mi novio no estaba muy seguro, pero cuando nos invitaron dije “si, vamos”, por supuesto que no sabía de qué me estaban hablando, pero sabía que sin ellas no íbamos a ir!. Las 5 cuadras se transformaron 30, sin contar las vueltas que dimos por perdernos!!. Cómo describir la primera impresión de Cuba? Calles poco recorridas por turistas con edificios que parecen caerse en cualquier instante, cubanos alegres caminando las calles, alguno de ellos descalzos, otros cantando y muchos otros gritando. Cuando llegamos a la esquina del callejón, se nos acercaron dos cubanos que nos llevaron hasta él, debo reconocer que los 4 tuvimos miedo!. Cuando llegamos, nos encontramos con un lugar tan auténtico como toda La Habana!. Nos recibió un cubano que nos explicó la historia del lugar. Es uno de los principales focos de cultura afrocubana que hay en La Habana. Su historia se remonta a los años 1989-90, cuando uno de los vecinos le pide al escultor y muralista Salvador Gonzalez Escalona que pinte la fachada de su casa. Salvador lo hizo, pero al ver el mal estado en que se encontraban las de los demás, decidió arreglarlo todo. Así comenzó a realizar una serie de murales donde se pueden ver elementos religiosos y culturales. Hoy en día, en el Callejón de Hamel se organizan distintas actividades, principalmente para niños donde se les enseña el arte de la música, la pintura y el teatro, entre otras. Sin duda un lugar para no perderse y el mejor día para visitarlo son los domingos al mediodía, ya que se hacen encuentros de música afrocubana!
Después de la visita, ya casi de noche, decidimos volver al hotel caminando por el Malecón: camino que recorrer toda la costa de La Habana. Mucho fue lo que escuché del Malecón y era una de las cosas que más quería conocer. “En el Malecón pasan cosas” repitió muchas veces una persona en una reunión por un viaje grupal a Cuba. Para mi sorpresa, no sé si fue por el día de lluvia o por ser día de semana, pero en el Malecón no pasaba nada! Imaginaba encontrarme con cubanos vendiendo su arte, bailando o tocando algún instrumento, pero no fue así! Nada de eso sucedió.
Por la noche, fuimos a cenar a una “casa de comidas cubana”, como le llaman ellos. Son casas de familia que ofrecen una o dos opciones de menú por noche. Una, relativamente, nueva forma de ganarse la vida los cubanos!
Al día siguiente, decidimos recorrer la ciudad por nuestra y volvimos a caminar por El Malecón, pero esta vez hacia La Habana vieja, en el camino, nos dimos cuenta que La Habana es historia en cada una de sus calles, en cada rincón y que no podíamos perdernos de conocerla. Entonces, decidimos a ir al hotel Sevilla en busca de Mario. Quién es Mario? Un cubano bioquímico que por razones económicas tuvo que dejar su profesión y se dedica a la actividad turística. Unos españoles en Cayo Coco nos hablaron de él y no nos arrepentimos de haberlo buscado! En el camino, aproximadamente 100 personas nos ofrecieron visitas guiadas, es importante saber que en La Habana todo el tiempo te ofrecen paseos, taxis, recorridos a pie y son INCANSABLES, demasiado abrumadores… Por lo general, los tours en bici por La Habana vieja son de 1 hora y cuestan 20CUC por persona. Mario, no cobra un monto fijo, es a voluntad, sin embargo, uno se siente en obligado a pagarle más. Estuvimos 3 o 4 horas con él y nos llevó por todos lados: La bodeguita del medio, Catedral de San Cristobal, Calle Obispo, El Capitolio, Paseo del Prado, Gran Teatro de La Habana, Castillo del Príncipe, Iglesia Nuestra Señora de La Merced, Seminario de San Carlos y San Ambrosio, entre los sitios más importantes. Si bien los lugares que visitamos fueron increíbles, lo más importante fue la historia y todo lo que Mario nos contó sobre La Habana y Cuba en general! Sin dudas, no es una ciudad para simplemente ir a visitar un edificio histórico. De hecho, si hubiésemos tenido un día más nos invitaba a almorzar en su casa para conocer la realidad cubana!
Llegando al medio día, y después de 2 horas y media de recorrido, nos llevó al mercado artesanal de La Habana, una gran galpón lleno de artesanos, artistas y comerciantes donde todo se puede comprar a mitad de precio que en La Habana vieja!.
Cómo no podía ser de otro modo, Mario nos dejó un restaurante en la calle Habana y Obispo para almorzar, sin duda una muy buena recomendación!
Después del almuerzo, decidimos “perdernos” en La Habana Vieja. Consejo: ir siempre por las calles turísticas! Si bien los cubanos son muy amables están siempre alegres y con una sonrisa, no son muy abiertos con los turistas en zonas de ellos. Sin convertirse en insegura por las medidas de prevención, deja de ser La Habana pintoresca y tranquila que uno puede ver en calle obispo o florida.
Por la tarde, visitamos la Plaza de la Revolución, una de las más grandes del mundo. En ella se encuentra el monumento a José Martí y en frente el Ministerio del Interior con la conocida imagen del Che Guevara con su lema: “hasta la victoria, siempre”.
Por la noche, volvimos a La Roca, nuestro restaurante favorito! No podíamos irnos al día siguiente de La Habana sin despedirnos. En la puerta, un cubano muy grandote, de seguridad, nos reconoció del día anterior y comenzamos a hablar. Una de las preguntas que nos hizo fue: y como hicieron para salir de su país y venir de visita? Es en este intercambio donde uno empieza a notar cuán diferente es la vida en Cuba.
Sin dudas, La Habana es una ciudad diferente, digna de ser visitada por todos los que pasamos unas vacaciones en Cuba. Es una de las ciudades que volvería a visitar, pero con más tiempo. Porque si bien recorrimos toda la ciudad, vimos todo lo que “hay que ver”, conocer La Habana va más allá de eso.
Por María Eugenia Pedemonte
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